martes, 26 de agosto de 2014

Devociones: "Pruebas".

Parte del trato de Dios para nuestra formación es quebrarnos aun en aquellas facetas de la vida donde nos sentimos competentes: Marcos 4:35-41.

       Cristo había estado enseñando a las multitudes todo el día presentando, como hemos visto, las verdades del reino mediante parábolas. El relato del evangelio nos dice que "cuando llegó la noche, les dijo a los discípulos: "Pasemos al otro lado".
        Una vez despedida la multitud, se lo llebaron tal como estaba en la barca. También había otras barcas. Pero se levantó una gran tempestad de viento que echaba los olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba" A pesar de la intensa actividad ministerial Jesús, no perdió de vista en ningún momento el sentido de dirección que tenía.
     Esto no debía a una estrategia elaborada previamente por el Hijo de Dios sino a una actitud de atención hacía las directivas que el Padre le daba, por medio del Espíritu. Jesús mismo aclaró a los discípulos que él no podía hacer nada por iniciativa propia (Juan 5:30) y había descendido del cielo exclusivamente para hacer la voluntad del Padre (Juan 6:38). Sin temor a equivocarnos, entonces, podemos afirmar que dio a los discípulos instrucciones de cruzar porque así se le había indicado a él. Esta observación tiene una importancia fundamental en este incidente, como hemos de ver la reflexión de mañana.
       Los discípulos, dice el Evangelio, tomaron a Jesús "tal como estaba". Aunque no tenemos los detalles puntuales de lo que significaba esto, hemos de entender que el Cristo no tuvo tiempo para lavarse, comer o tomarse un merecido descanso. De tal intensidad era el ritmo del ministerio que, en ocasiones, no podía atender sus propias necesidades. Este detalle es importante porque a veces creemos que el ritmo pausado del ministerio de Jesús se debe a que eran "otros tiempos" los que le tocaron vivir. El Señor, sin embargo, conoció de primera mano el ritmo desgastante y agotador de estar sirviendo a la gente todo el día. Es por esto que nos resulta tan provechoso, como líderes estudiar cuidadosamente los relatos de los evangelios, pues nos ofrecen valiosas pistas para descubrir los secretos que le permitieron ministrar exitosamente aun en medio de tanta presión.
       Durante el transcurso del viaje se desató una violenta tormenta, que amenazaba con hundir la embarcación y los discípulos sintieron un miedo intenso. Nos llama la atención este pánico porque al menos cuatro de ellos eran hombres conocedores del mar que se habían ganado la vida por medio de la pesca. La tormenta, por lo tanto, debe haber sido muy violenta para que haya logrado intimidarlos. No ignoramos un propósito divino detrás de los hechos: parte del trato de Dios para nuestra formación es quebrarnos aun en aquellas facetas de la vida donde nos sentimos competentes. Es precisamente en estos lugares donde necesitamos ser rotos, pues aquí es donde más se manifiesta la tentación de descansar en nuestras propias fuerzas. Por esto, el Señor debe mostrarnos, en ocasiones, que aun lo bueno que sabemos hacer no sirve. 
 

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