martes, 12 de agosto de 2014

Devociones: "Identidad".

La presencia del discípulo en el mundo es más eficaz cuando su testimonio se produce en forma natural y espontánea: Mateo 5:13-20.

     La tremenda descripción que hemos recibido de las características del ciudadano del reino dan lugar, ahora, a una especificación del impacto que estas personas tienen sobre su entorno. Como en tantas otras ocasiones Jesús escogió uno de los elementos más comunes de la vida cotidiana parta ilustrar esta verdad, la sal.
    "Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres" La sal tenía, en la antigua Palestina, dos funciones principales. Era usada para darle gusto a la comida y como medio para preservar de la descomposición a la carne. También estaba incluida en algunas de las ceremonias religiosas en el templo, atribuyéndole un significado purificador. Un discípulo de Cristo debe poseer una vida distintiva, diferente a la de las personas a su alrededor. Meditemos en algunas características de la sal. En primer lugar, es enteramente diferente a la comida y mantiene su sabor distintivo al mezclarse con los alimentos. No adquiere el sabor del plato al cual se la agrega, sino que los contenidos de la misma quedan saborizados por la presencia de la sal. De la misma manera, un discípulo de Cristo debe poseer una vida distintiva, diferente a la de las personas a su alrededor. Cuando participa de actividades y eventos que le llevan a tener contacto con la gente del mundo, el  discípulo debe claramente contagiar a otros de sus principios y conductas. De ningún modo debe el discípulo adquirir el "sabor" del mundo.
    En segundo lugar, la influencia de la sal en la comida se da simplemente por su presencia en ella. Cuando la sal es mezclada con los alimentos, no reacciona de manera particular para producir el sabor salado. Del mismo modo, un discípulo no se dedica a realizar actividades especiales para "salar" a los de su alrededor. La acción de salar no se programa, sino que es el resultado de un estilo de vida en la cual la acción es permanente y no planificada. En tercer lugar, debemos notar que la sal es más eficaz cuando es añadida en la medida justa. Si se echa demasiado sal en la  comida, esta última no podrá comerse. Del mismo modo la presencia del discípulo en el mundo es más eficaz cuando  su testimonio se produce en forma natural y espontánea, como parte de su experiencia cotidiana. La presencia de la Iglesia en la sociedad es, a la vez, el factor que preserva al hombre del deterioro natural que produce el pecado.
     Cristo termina su comentario con una observación dramática: la sal que ha perdido su gusto no sirve más. ¿Será que aquellas personas que durante años han participado de las actividades de la Iglesia sin asumir un compromiso serio ya no poseen utilidad para el Señor? No lo sabemos con certeza. Lo que sí he observado, en muchos años de ministerio, es que estas personas son las que más cuesta movilizar. El Señor nos guarde de acomodarnos en una vida de rutinaria  religiosidad 

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