viernes, 15 de agosto de 2014

Devociones: "Déjese pastorear".

Si no nos dejamos pastorear, nunca podremos ser eficaces como pastores. Salmo 23:1-2.

     ¡Cuánta belleza capturada en esta inmortal poesía del rey pastor, David! Refugio de multitud de generaciones, este salmo nos revela como ningún otro los aspectos más íntimos del corazón pastoral de nuestro Padre celestial, eparemos un momento en la voz de la mayoría de los verbos. Nada me faltará; en lugares  de delicados pastos me hace descansar; juntos a aguas de reposo me conduce; El me restaura el alma; me guía por senderos de justicia; su vara y callado me infunden aliento; me prepara  mesa delante de mis enemigos; me unge la cabeza. Sin ser un especialista en las estructuras gramaticales del idioma, salta  ala vista que todos los verbos tienen una construcción idéntica. Están en voz. En cada uno de ellos, la oveja es la receptora y no la generadora de la acción. Recibe algo de parte del pastor: provisión, descanso, dirección, restauración, guía, aliento, servicio, unción.
   Debemos notar que estas cosas son producto del accionar del pastor, no de la oveja. Él, que las ama y desea lo mejor para ellas, permanentemente actúa para que puedan recibir todo lo que considera indispensables para su bienestar. Es una relación de dimensiones absolutamente sencillas: ellas reciben, él da.
   ¿Por qué nos detenemos en este detalle?. Por la sencilla razón de que hay demasiadas ovejas dentro del redil que creen que es su responsabilidad producir estas realidades. Están ellas tratando de restaurarse o conducirse a lugares de delicados pastos. La responsabilidad de la oveja, sin embargo, es  una sola: dejarse pastorear. El pastor se ocupa de lo demás. Solamente se requiere de ella que esté dispuesta a ser guiada, restaurada, animada, etcétera.
    Este principio es el que Norman Grubb, uno de los grandes héroes d ela obra misioneral  llama un hecho fundamental de la vida espiritual. Dios actúa por siempre según su naturaleza eterna, y el hombre según la suya,y esto no tiene variación en ambos. Dios por siempre es el que da, el hombre por siempre es el que recibe. Cuando nos olvidamos de este principio, perdemos la naturaleza de dependencia absoluta que es indispensable para una vida victoriosa.
    Qué difícil es para nosotros, los pastores, quitarnos la chaqueta de pastor y ponernos en posición de ovejas. Estamos acostumbrados a pastorear, no a ser pastoreados. Si no nos dejamos pastorear, sin embargo, nunca podremos ser eficaces como pastores.
    ¿Se deja usted pastorear? ¿O es muy arisco? En medio de las presiones ministeriales, ¿no le apetece ser llevado a lugares de delicados pastos, o a descansar junto a aguas de reposo? Claro que sí, ¿verdad? Entonces, por qué no tomarse un momento para volver a poner las cosas en su lugar. Ustedes, sin duda, pastor. Pero primeramente es oveja. Y como oveja, necesita que lo pastoreen. ¡Abra su corazón al dulce cuidado del Gran Pastor de Israel!.   

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