domingo, 3 de agosto de 2014

Devociones: "Glorioso resplandor".

La figura del Mesías posee un brillo que lo distingue de todo ser creado:
Hebreos 1:3.

     El autor de los Hebreos nos presenta al Mesías con una deslumbrante descripción: Él es el resplandor de su gloria. La gloria de una figura es aquella característica que, dentro de todas las cualidades positivas que pueda poseer, más la distingue. Podríamos declarar. por ejemplo, que la novena sinfonia de Bethoven es su obra más gloriosa, o que la última cena es la más magnífica pintura de todas las increíbles obras que salieron de la brocha de Leonardo da Vinci.
     Sin entrar en una exégesis puntillosa de esta frase entiendo que el autor de Hebreos señala que Jesús irradia lo más bello, sublime y extraordinario que existe en la persona de Dios. Claro, si vamos a ser exactos no podemos afirmar que en la figura del Señor existen elementos que son menos distintivos que otros. Su gloria es pura y excelente por donde se la examine. No obstante, algunos aspectos de la gloria de Dios desconciertan al ser humano o quedan escondidos en las profundidades del misterio de su persona, incomprensibles para personas tan condicionadas por los conceptos de  belleza y valor que impone una cultura caída.
    Deduzco, entonces, que el resplandor de su gloria se refiere a aquellos elementos más sublimes para los fines de este proceso de comunicación que Dios ha perseguido con incansable perseverancia. En Cristo descubrimos cualidades que reflejan el corazón generoso, compasivo y lleno de misericordia del Padre.
   Supondríamos, entonces, que una figura tan bella resultaría irresistiblemente atractiva para los seres humanos. El evangelio de Juan, sin embargo, contiene una  de las frases más tristes de las Escrituras: "A lo Suyo vino, y los Suyos no Lo recibieron" (Juan 1:11). Nosotros, que nos jactamos de ser hombres y mujeres que buscamos a Dios, no quisimos recibir al representante más perfecto y exacto de la Majestad en alto. Salmo 14 hace eco de esta realidad cuando señala que Dios, que mira desde los cielos, no encuentra uno solo que le busque.
     Las primeras frases del libro de Hebreos nos invitan  a un cambio d eperspestiva. Nos empujan a celebrar, con profunda gratitud, que Dios ha insistido en buscarnos, aún cuando no estábamos interesados en recibirle. Esta e sla realidad d ela que parte todo peregrinaje espíritual. Aún cuando hoy experimento hambre de su persona, luego  de décadas en el camino, no es porque yo le estoy buscando, sino porque mi espíritu está respondiendo, a tientas, a Su insistente llamado a la comunión.  

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