viernes, 8 de agosto de 2014

Devociones: "Desde el anonimato".

Si Dios irrumpe en la vida de alguien, será con la persona que está ocupada en ser fiel en el lugar donde ha sido ubicada: Lucas 1:5-25.

      El relato de la historia del nacimiento de Jesús comienza con dos personas completamente desconocidas para nosotros. Zacarías y Elizabet. Ellos, aunque aún no lo saben, han sido escogidos para ser los padres del que irá delante del prometido. Su participación en los eventos que acompañan la llegada del Mesías se limita a unos pocos versículos en el Evangelio según San Lucas. Lo que ocurrió con ellos después del nacimiento de Juan está escondido de nosotros como los años que transcurrieron antes de su fugaz aparición en las Escrituras.
      Estos dos, sin embargo, son los más fieles representantes de la enorme multitud de personas  que conforman "el pueblo de Dios". Son personas cuyos nombres no resultaban conocidos a más que un pequeño puñado de individuos. Los hechos de sus vidas no están registrados en ningún compendio de las grandes figuras de la historia de la humanidad. Probablemente no hayan  participado de tan dramáticos eventos como lo fueron la confrontación de Goliat, la derrota de los 400 profetas de Baal o el paso por el horno de fuego de Nabuconodosor. Desde una perspectiva terrenal ser les podría describir como insignificantes, figuras relegadas al olvido.
    La perspectiva del Reino sobre el asunto, sin embargo, es otra. Mide nuestro paso por la tierra con una vara enteramente diferente a la que usan los hombres. Encuentra, entre aquellos que el mundo descarta, algunos de los más preciosos tesoros espirituales. De Elizabet y Zacarías, por ejemplo, afirma que "ambos eran justos delante de Dios, y se conducían intachablemente en todos los mandamientos y preceptos del Señor" (Lucas 1:6).
     La frase, más que un comentario sobre un evento, es el resumen de un estilo de vida de profunda devoción y fidelidad al Señor. Estos dos son poseedores de esa cualidad a la que son tan esquivos los ministros de este tiempo, la integridad. Los años no han logrado mellar su  compromiso de vivir en sanidad, ocupados en prestar el servicio al que han sido llamados. Mientras se concentran en vivir esa vida de fidelidad, el Señor los ha escogido para algo más grande de lo que ellos jamás pudieron haberse imaginado. Quisiera que tome nota, sin embargo, de que ellos no han hecho absolutamente nada para ser elegidos. No se han postulado para un puesto, ni le han sugerido al Señor que ellos están para proyectos "más importantes".
    Su actitud expone un importante principio, que se reitera una y otra vez en la Palabra: Si Dios irrumpe en la vida de alguien, será con la persona que está ocupada en ser fiel en el lugar donde la sido ubicada. Fuera de una vida de fidelidad a nuestro llamado, no existe  en nosotros nada que pueda producir estas visitaciones. Por esto, no es necesario perder tanto tiempo buscando y clamando por esas manifestaciones que tanto obsesionan a la Iglesia en este tiempo.
  Muchas veces anhelamos una experiencia más dramática en nuestra vida espíritual, pero Dios se interesa y ve con sumo agrado la vida del hombre y la mujer que procuran mantener firme su compromiso a lo largo de las semanas, los años, y las décadas. 

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