miércoles, 13 de agosto de 2014

Devociones: "Indigno".

Quien construye sobre la convicción de que es alguien "digno" está destinado al fracaso en todo lo que el mundo espíritual se refiere: Lucas 7:1-10.

       Ayer notábamos que el resultado de una vida de devoción y sevicio a la gente producirá una profunda lealtad en ellos hacía su líder. Los ancianos que habían sido enviados por el centurión presentaron su pedido ante Jesús, rogando "con solicitud, diciéndole: "Es digno de que le concedas esto" Cuando otros hacen suyas nuestras necesidades es porque se ha forjado un amor profundo en la relación que compartimos. Y qué precioso es tener amigos como estos.
     Los ancianos quisieron poner de relieve el mérito que tenía el pedido del centurión haciendo hincapié en su dignidad. Este es un concepto instalado en lo más hondo del corazón de los seres humanos, el creer que lo podemos obtener en la vida debe descansar sobre los logros alcanzados. No habían escuchado aún y mucho menos entiendo el mensaje de la gracia. Entre los hombres puede brillar nuestra bondad, mas en su presencia toda nuestra dignidad se vuelve insignificante, menos que nada. la gracia, esa actitud que lo lleva a bendecir sin tomar en cuenta si merecemos o no recibir lo que él de, es el fundamento de todo lo que ocurre en el reino.
    Es la ley suprema de las relaciones que las personas comparten entre sí y con Dios. Trae consigo una maravillosa libertad que le pone fin al agotador proceso de estar siempre midiendo calculando cada acción para ver los efectos que tendrán sobre los que están a nuestro alrededor. Jesús no se detuvo a corregir este error de ellos, quizás porque estaban defendiendo la dignidad de un tercero. El relato simplemente nos dice que "Jesús fue con ellos". Mas en el camino, "cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole: "Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo, por lo que ni aun me tuve por digo de ir a ti".
    Estas palabras nos proveen información adicional sobre la clase de persona que era este hombre. Otros lo consideraban un hombre digno, y de hecho lo era. Pero viene un momento en la vida de cada ser humano cuando se encuentra frente al que es Justo, Santo y Verdadero. Entre los hombres puede brillar nuestra bondad, mas en su presencia toda nuestra dignidad se vuelve insignificante, menos que nada. Este momento de revelación, en el cual vemos nuestra real condición humana, es lo más importante que nos puede pasar. Lo otro es ficticio, y quien construye sobre la convicción de que es alguien "digno" está destinado al fracaso en todo lo que al mundo espíritual se refiere.
     Es cuando nuestros ojos son abiertos para vernos tal como el Señor puede, finalmente, comenzar su verdadera obra de transformación en nuestras vidas. Debemos resistirnos con terquedad a toda inclinación a creer que somos algo, pues en el momento que lo hacemos cesa de obrar en nosotros la gracia divina. El mejor antídoto contra esto es pasar mucho tiempo con el Señor. Su santidad mostrará que somos hombres de labios inmundo, en medio de un pueblo de labios inmundos (Isaías 6:5).   

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