sábado, 11 de noviembre de 2017

Devociones: "La Autoridad de la Verdad".

                   "Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros".
                                            (Santiago 4:8)

    Es esencial que des a las personas la oportunidad de que puedan actuar individualmente en base a la verdad divina. La responsabilidad ha de recaer personalmente en cada uno---no puedes tú actuar en su lugar. La decisión corresponde a cada uno en particular; no obstante, el mensaje evangélico, ha de servir para incitar a la acción. El inmovilismo deja a la persona paralizada, petrificada en su situación anterior. Pero cuando se pone en movimiento, deja de ser la misma. Es la aparente sencillez e irracionalidad de la verdad del evangelio lo que  se interpone en el camino a la acción de cientos de hombres y mujeres que han sido convictos de pecado por el Espíritu de Dios. La acción inicia el proceso  de vivencia. Todo lo que sea menos que esto es meramente existir. Los momentos que verdaderamente vivo son aquellos en los que actúo en base a mi propia voluntad.
     Cuando alguna verdad de Dios penetra de forma convincente en tu alma, no dejes que se desvanezca sin producir una acción interna de tu voluntad, aunque no a tu envoltura física o externa. Registrala con tinta y sangre--ponla por obra en tu vida. El más débil de los creyentes pero que mantiene una relación con Jesucristo, queda liberado en el instante que entra en acción y el poder del Dios omnipotente queda a su disposición y en su favor. Acudimos a la verdad de Dios, confesamos que hemos errado, pero poco después repetimos el circulo de nuevo, topamos con la misma verdad y de nuevo la evadimos, hasta que aprendemos la necedad de repetir el proceso. Cuando nuestro Señor y Redentor nos confronta con palabra de verdad, hemos de ponernos en acción y aclarar las cosas con Él. "Venid a Mí"....." (Mateo 11:28). "Venid" significa actuar. Por ello, lo último que hacemos es ir. Pero todo el que acude sabe que en aquel instante le invade el poder sobrenatural de la vida de Dios. El poder dominante del mundo, la carne y el diablo, quedan paralizados; no por la acción tuya, sino porque el actuar te ha unido a Dios y te ha conectado con Su poder redentor.   

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