martes, 22 de julio de 2014

Devociones: "En el Museo de la fe: Abram".

Para recibir lo nuevo debió estar dispuesta a dejar atrás lo viejo:
 Hebreos 11:8-10.

    Nuestro segundo héroe es Abram, uno de los gigantes del Antiguo Pacto. La historia que nosotros conocemos de este patriarca comienza cuando tenía 75 años. Queda claro que estamos hablando de otros tiempos, pero igualmente a esa edad una persona acumula siete décadas de experiencias. Es la etapa en que uno pierde las posturas radicales y más osadas de la juventud. Para muchos, es el momento de la vida en la que uno se aferra a las costumbres y a los hábitos desarrollados a lo largo de muchos años. Los cambios no son bienvenidos. Más bien son resistidos, porque implican romper con esas estructuras que tanta seguridad nos infunden.
    A este hombre, reconocido en el lugar donde moraba, dueño de las muchas posesiones que se acumulaban a lo largo de tan extendido período de tiempo, se le aparece el Señor y lo llama al desarraigo completo. Debe dejar su tierra, su parentela y la casa de su padre, para comenzar una nueva vida.
    No estamos hablando aquí de mudarse dos casas más allá de donde se vive en el presente. Estas instrucciones implican salir de una cultura conocida, renunciar a una posición de eminencia y cortar con los lazos que lo unían con la familia. Todo esto, en un momento de la historia donde las familias conformaban verdaderas comunidades cerradas. La lealtad hacia los parientes y el compromiso con el proyecto que llevaba adelante la familia era la postura que se esperaba de cada integrante del grupo.
    Una vez más, obserbamos que al igual que en el caso de Noé, Abrfam no posee claridad acerca del proyecto al que está siendo llamado. Posee una promesa: "Haré de ti una nación grande, y te bendeciré, engrandeceré tu nombre, y serás bendición" (Génesis 12:2), pero el texto aclara que salió sin saber a dónde iba.
    Imaginemos, por un momento, las discusiones y preguntas a las que debió hacerle frente antes de emprender este viaje hacia lo desconocido. ¿Qué explicación podía ofrecer para semejante ruptura con la tradición de la cultura? ¿Cómo podía justificar tamaño desarraigo si ni siquiera podía identificar su destino final? Los que eran parte de su entorno habrán cuestionado duramente la decisión que debió comunicar a la familia. ¿Y qué de las dudas que seguramente surgieron en el secreto de su propio corazón? ¿Habrá entendido bien lo que el Señor le estaba pidiendo?.
     La frase que resume la respuesta de Abram, en Génesis, es maravillosamente sencilla: "Entonces Abram se fue tal como el Señor le había dicho....."
(Génesis 12:4). He aquí el secreto de un hombre de fe: obedecer, aun cuando sea golpeado por un torbellino de interrogantes. No es poseer claridad acerca del proyecto lo que nos ayuda a movernos, sino poseer claridad acerca del carácter de Aquel que promete. Las dudas son normales. Los cuestionamientos también. Es por eso que el autor de Hebreos nos exhorta a no dejar que la fe se asuste y huya. Retengámosla. Es la clave para avanzar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario