martes, 8 de julio de 2014

Devociones: "Ancla Segura".

La comunión con el Señor, que está sentado en los lugares celestiales, nos provee de una firmeza inimaginable. Hebreos 6:19-20.

    Los que procuran refugiarse en el Señor pueden amarrarse a la confianza que inspiran sus promesas y a la entereza de su carácter. Él cumplirá indefectiblemente lo que se ha propuesto.
    Para ayudarnos a entender el efecto que puede tener esta postura sobre nuestras vidas, el amor emplea una de las geniales alegorías que parecen con tanta frecuencia en las Escrituras: un ancla.
   La capacidad de un barco para deslizarse se ve facilitada por el fenómeno de la flotación que es particular del agua. La flotación reduce al mínimo la resistencia que experimenta la embarcación. Por esto puede navegaren la dirección que quiera con facilidad, pues no se encuentra con el tipo de obstáculos que normalmente aparecerían sobre la tierra: árboles, rocas, ríos, montañas, acantilados y otras manifestaciones de la naturaleza que pueden entorpecer grandemente el avance hacía un objetivo.
   La misma libertad de movimiento que tanto facilita el avance del barco en el agua, se vuelve un problema, sin embargo, a la hora de detenerse. No tiene a qué aferrarse, ni tiene modo de evitar el arrastre natural de las corrientes que son parte del mar. Aún cuando baje las velas o apague el motor, continuará deslizandose por el movimiento natural que tiene el agua.
   Los navegantes han resuelto este problema con la invención del ancla, que está construida de tal manera que puede clavarse en la arena o en las rocas del fondo del mar y provee un punto de fijación que no existe en la superficie. De esta manera, cuando un buque escoge detenerse en un lugar, lo primero que hace la tripulación es bajar el ancla. Esta se arrastrará por el fondo hasta lograr enterrarse lo suficiente como para sujetar el buque. No importa cuán profundo esté el ancla, porque la cadena es la que une la firmeza delñ ancla con la libertad del barco y , efectivamente, lo inmoviliza. Es posible que se desate una fuerte tormenta sobre la superficie, con lluvias torrenciales y olas embravecidas. Lo que ocurre alrededor del barco no afecta en lo más mínimo la firmeza del ancla, pues la tormenta no penetra las profundidades del mar.
    Así es el discípulo que ha amarrado su vida a la persona del Sumo Sacerdote y sus incondicionales promesas. El Sumo Sacerdote es inconmovible, una roca firme que ninguna tormenta puede afectar. El discípulo, en cambio, puede encontrarse en medio de burlas, cuestionamientos, pruebas, dudas, desánimo y persecución. Todas estas condiciones podrían fácilmente disuadirlo de seguir caminando con Jesús. Una vez que se suelta de la mano de Cristo queda a la deriva, "...zarandeando por las olas y llevado de aquí para allá por todo viento de enseñanza...." (Efesios 4:14). La confianza imperturbable en Dios es la cadena que lo sujeta al ancla, la persona de Cristo mismo. Ninguna tormenta logrará desviarlo de su cometido: seguir a Jesús donde quiera que vaya.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario