lunes, 29 de septiembre de 2014

Devociones: "Palabras serías".

Nuestras palabras también impactan a aquellos que  están a nuestro alrededor:
Mateo 12:22-37.

       Cristo respondió a los fariseos con la siguiente daclaración: "Pero yo os digo que de toda palabra aciosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio, pues por sus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado" (Mateo 12:36-37).
    Si usted es como yo, su primera reacción a esta declaración es incredulidad. No es que le reste importancia o autoridad a las palabras de Jesús. Simplemente nos cuesta entender que seremos juzgados por cada uno palabra ociosa que salga de nuestra boca. Seguramente esta dificultad se debe, en parte, a que no percibimos cuanto impacto tienen nuestras palabras en los que están a nuestro alrededor. Las palabras son mucho más que un medio de comunicación. Por medio de las palabras las personas logran organizar y controlar el mundo en lo que viven.
     Cuando Dios le dio a Adán la tarea de darle nombre a cada animal, le estaba dando la posibilidad de empezar a organizar el mundo en el que vivía, para poder ejercer sobre él su vocación de dominarlo y sojuzgarlo. Con las palabras creó definiciones y categorías, y así logró el orden necesario para poder moverse con confianza. Es el mismo proceso por el cual atraviesa un misionero en un país nuevo. Al principio se mueve con inseguridad y temor, porque  no conoce siquiera los términos más básicos para organizar su existencia. Con el pasar del tiempo, sin embargo, comienza a sentirse más seguro, porque va adquiriendo el lenguaje del lugar, lo que es indispensable para sobrevivir.
    El problema es que, como resultado del pecado, el uso original de las palabras se ha desvirtuado. Ahora las usamos también para influenciar, controlar y manipular  alas personas a nuestro alrededor. Con simples palabras los diez espías llevaron todo un pueblo a rebelarse contra Dios. Por medio de sus palabras persuasivas. Absalón consiguió robar el corazón de los israelitas, poniéndolos en contra de su padre David. Con sus palabras de pasión Pedro prometió a Cristo lo que no podía dar.
       Es precisamente por esta razón que el Señor declaró que servimos. Nuestras palabras no solamente delatan que existe aspectos de nuestra vida que deben ser tratados, sino que también tienen un impacto sobre aquellos que están a nuestro alrededor. Con nuestras palabras arrastramos a otros hacia comportamientos y actitudes que son incorrectas, o lastimamos y herimos a las personas con las que tenemos contacto, a veces en forma permanente.
    En el libro de Eclesiastés Salomón aconseja: "No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; por Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras" (Eclesiastés 5:21). La inferencia es clava: cultivar el silencio es más prudente que hablar de más. Las muchas palabras invariablemente dan lugar al pecado. la persona sabía, por tanto, aprende a sujetar su lengua a la más estricta disaciplina.
    Qué Dios, en su misericordia, conceda que nuestras palabras sean siempre para sanidad, restauración y bendición.
 

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