lunes, 1 de septiembre de 2014

Devociones: "Motivaciones que matan".

La única cosa que os puede motivar verdaderamente a un ministerio sano es la seguridad de que somos amados por nuestro Padre celestial: Mateo 25:24-25.

      En la confesiónde este tercer siervo encontramos una de las razones por las cuales muchos ministerios no prosperan. El amo no negó que él fuera un hombre que segaba donde no sembraba, ni tampoco que recogía donde no esparcía. Pero estas características, lejos  de inspirar al siervo, le infundieron miedo porque  veía en ellas las marcas de un hombre duro. Su visión errada del amo es lo que le llevó al fracaso.
      El miedo no inspira, ni nos motiva a tomar riesgos. El miedo paraliza. Cuando el temor se apodera de nuestros corazones las cosas a nuestro alrededor dejan de tener su correcta perspectiva y comienza a parecer obstáculos insuperables. Creemos que cualquier paso que tomamos va a terminar en el fracaso y acabamos por no hacer nada. Este siervo, que estaba convencido de que su amo era un hombre duro, tenía más miedo del castigo que podía recibir que de cualquier otra cosa.
       He observado con frecuencia que como pastores intentamos movilizar a nuestra gente usando el miedo o la culpa. Les decimos que si ellos no asumen la responsabilidad por tal o cual ministerio, nadie lo hará. Terminan aceptando esa responsabilidad sin la convicción profunda de lo que esto es algo que Dios desea para sus vidas. Desde el primer día, entonces, ese ministerio está destinado al fracaso. La persona no la inició con una motivación sana, y sus acciones lo van a delatar a cada momento.
    La única cosa que no pude verdaderamente motivar a un ministerio sano es la seguridad de que somos amados por nuestro Padre celestial. Cuando nos movemos en su amor, podemos asumir los riesgos de "inversiones" que podrían fracasar, porque sabemos que nuestra relación no está en juego. Avanzamos confiadamente en los proyectos que tenemos por delante, porque sabemos que su amor nos guiará y sostendrá en los emprendimeintos.
     Note usted la manera en que ocurre la transición de Jesús de una vida secreta a la vida pública del ministerio. Cuando salió de las aguas, se oyó una voz de los cielos, que dijo: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia (Mateo 3:17). Antes de que comenzara la tarea para la cual había sido enviado, el Padre estaba expresando al Hijo su amor incondicional. Todos los cuestionamientos, las dificultades, y aun las traiciones que le esperaban en el futuro no iban a neutralizar la fuerza de esta relación entra Padre e Hijo. Cómo no sentirse, entonces, libre para avanzar confiado por el camino que se le había marcado.
Para pensar:
¿Qué cosas lo motivan a usted a servir al Señor? ¿Cómo logra motivar a la gente que está trabajando con usted? ¿Saben ellos que son amados? ¿Qué cosas puede hacer para que ellos sepan que aun se fracasan usted los seguirá amando y respaldando?  

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