lunes, 8 de septiembre de 2014

Devociones; "No siendo ideal".

Nuestras debilidades nos hacen depender enteramente de la gracia del Padre: 
Romanos 4:18-19.

     Siempre resulta difícil para nosotros el percibir la verdadera dimensión de las pruebas que enfrentaron los grandes héroes de la fe. En parte esto se debe a que no poseemos mucha capacidad de captar el sufrimiento de aquellos que están a nuestro alrededor. Pero tampoco nos ayuda el hecho de que sabemos cómo termina la historia, por lo que nos parece que su resolución es más sencilla de lo que en realidad fue. El texto de hoy nos da una buena idea d ela lucha que enfrentaba al patriarca. El Señor había prometido darle un hijo y además que, eventualmente, llegaría a ser padre de muchas naciones. Abraham, sin embargo, habitaba dentro de un cuerpo y ese cuerpo estaba sumamente deteriorado.
     Quienes tenemos ya unos cuantos años de vida no necesitamos que otros nos den testimonio de esto. Basta con que nos miremos un momento en el espejo para encontrar evidencias del paso del tiempo. Como si fuera suficiente, a diario sentimos las limitaciones físicas que vienen con el avance de los años. Nos agitamos con mayor facilidad. Tenemos que cuidarnos al levantar pesos, no sea que tengamos algún tirón en la espalda. Las comidas ya no nos sientan tan bien como en las épocas de nuestra juventud, cuando comíamos sin límite todo lo que se nos antojaba. Cuando intentamos leer la letra chica en el periódico, recordamos que nuestros ojos ya no enfocan con la facilidad de otros tiempos. Es decir, el paso del tiempo no ha sido invisible.
    Por esta razón, cuando Abraham recibió  la promesa de Dios de que iba a engendrar un hijo, no podía evitar mirar sus propias limitaciones para lograr este feliz acontecimiento. Al paso de los años se sumaba una vida de frustrados intentos para que Sara quedara embarazada. Hasta nos puede llegar a parecer que la propuesta de Dios es cruel y burlona. Debemos, sin embargo, recordar que este es el modo con que más frecuentemente obra el Señor. Parece deleitarse en escoger hombres y mujeres que no encuentran en sí mismos absolutamente nada que los inspire a creer que son las personas idóneas para la tarea. Al contrario, todo lo que ven parece indicarles que el Señor ha cometido con ellos un grave error. ¿Cómo, por ejemplo, se puede escoger a un tartamudo para realizar una dedicada tarea diplomática ante una figura tan poderosa como la del faraón?
    No existe ningún error en el llamado, mi hermano. Es por causa de nuestras debilidades que usted y yo hemos sido escogidos para servir a nuestro Dios, para que estemos obligados a depender enteramente de su gracia. El sentirse inadecuado, aunque produce sensaciones de temor y duda en nosotros, es la mejor condición para avanzar exitosamente en los proyectos de Dios. Debemos, entonces, imitar la fe de Abraham. Y le fue contado por justicia.
     

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