sábado, 1 de marzo de 2014

Devociones: "El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si...."

"El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta" (Juan 7:17).


       Este versiculo nos presenta una promesa maravillosa, que Dios esté dispuesto a dar a conocer Su voluntad a cualquiera que sinceramente quiera conocerla.
     Cuando un pecador llega al fin de sí mimo y en medio de su angustia suplica: "Oh Dios, revélate a mí, el Señor no se tarda en responder. Esta es la clase de oración que siempre recibe una amplia respuesta.
      En cierta ocasión, un hippy que vivia en una cueva en el Sudeste de los Estados Unidos estaba decidido a dar fin a su vida. Habia buscado placer en el licor, las drogas, el sexo y el ocultismo. Pero después de probar todo esto se sentia terriblemente vacio y no podia encontrar la salida a su mioseria. Acurrucado en el fondo de la cueva, clamó desde lo profundo de su alma: "Oh Dios, si es que hay Dios, revélate a mí, o terminaré con mi vida".
    No habian pasado ni diez minutos cuando un joven cristiano que "casualmente" pasaba por ahi, metió la cabeza en la horca de la cueva, vio al hippy ermitaño y le dijo. "¿Hola, le importa si le hablo acerca de Jesús?".
     Ya sabrás lo que sucedió. El hippy escuchó las buenas nuevas de la salvación por medio de la fe en Jesucristo. El Señor le perdonó, le recibió y le dio una nueva vida. Después de orarf con todo su corazón. Dios le escuchó y contestó. Nunca he oído de nadie que orando de esa manera se quedara sin oportunidad para conocer al Señor.
    Por supuesto, la promesa es también para los cristianos. Si un hombre desea conocer sinceramente cuál es la voluntad de Dios para su vida. Dios se la mostrará. Si quieres saber a qué comunidad debe asistir, Dios se lo mostrará. No importa cuál sea la necesidad. Dios se compromete a satisfacerla si deseamos supremamente conocer Su voluntad. El obstáculo más grande que se interpone entre nosotros y un verdadero conocimiento de la mente de Dios es nuestra falta de deseo desesperado.  

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