miércoles, 17 de diciembre de 2014

Devociones: "Yugo apetecible".

La acción de tomar el yugo de Cristo no es solamente que él alivie la carga.
(Mateo 11:23-30).

      Observemos la siguiente parte del texto: "Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis  descanso para vuestras almas" (Mateo 11:29).
     No deja de asombrarme la increíble capacidad de Jesús de exponer los conceptos más complejos de la vida espíritual en imágenes sencillas y fáciles de comprender. En este caso escogió utilizar un elemento común en la vida de los que trabajan la tierra, el yugo.
      El yugo era una especie de barra transversal de madera que se utilizaba para mantener unidos a dos bueyes, mientras araban o tiraban  de una carreta. Muchos de los profetas habían utilizado también la misma metáfora, de modo que era un término familia para el pueblo. El uso que Jesús tiene en mente para el yugo, sin embargo, transciende la necesidad de repartir equitativamente el peso del trabajo entre dos animales. La acción de Cristo de tomar el yugo no es solamente que él alivie la carga, sino que también nosotros aprendamos d eél.
      Seguramente la imagen alude a una práctica común en el campo, la de unir un animal dócil y maduro con uno joven y salvaje. Esto establece un método sumamente eficaz para domar al animal más joven. En un primer momento tironea y lucha para distanciarse del buey maduro, pues se ve impulsado por una fuerza impetuosa que no ha sido aún canalizada hacía el trabajo productivo. Con el pasar del tiempo, sin embargo, se percata de que toda lucha resulta inútil. Entonces se va contagiando del ritmo pausado y medido del animal maduro.
      Del mismo modo, nuestros arrebatos impulsivos y alocados deben ser domados, si queremos vivir bajo el señorío de Cristo. A fin  de alcanzar esa meta, es necesario que nos unamos a él, que seamos atados a él con un mismo yugo, para que lentamente nos contagiemos del espíritu que gobierna todo Su actuar. Él mismo se describe como una persona mansa y de corazón humilde. No hace falta más que buscar los antónimos de estos términos para arribar a una descripción de nuestra propia condición espíritual: rebeldes, de corazones altivos.
     Es evidente que esta condición constituye, para nosotros, un impedimento para permitir que Jesús nos conduzca con docilidad. Note que la mansedumbre y la humildad no son condiciones que se adquieren en un curso; ni siquiera se consiguen en un encuentro con el mismo Señor. Más bien son actitudes de las cuales nos vamos contagiando, por permanecer cerca de él a lo largo de un período de tiempo. El buey joven no se doma en un día, ni en una semana. Así también nosotros, debemos acostumbrarnos a estar atados a él.
     La analogía revela una de las herramientas más poderosas que tiene un líder  a su alcance, su propia vida. Las personas que están cerca del líder se irán contagiando de la vida que posee. Cuánto pesa sobre nosotros, entonces, sostener vidas santas y consagradas.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario