viernes, 26 de diciembre de 2014

Devociones: "Visita inesperada".

La vida espiritual no se desarrolla en el plano de lo extraordinario, sino en el de lo ordinario. (Lucas 5:1-25).

       Sin duda la aparición del ángel de Jehová a Zacarías nos entusiasma mucho más que el testimonio sobre él y su esposa, que señala que eran intachables delante de Dios. "Ser intachables " es poseer un carácter aplaudido por todos, pero el camino para alcanzarlo es demasiado lento y trabajoso, no nos sentimos impulsados a recorrerlo. Influenciados por una cultura adicta a la adrenalina, y deseosos de sobrevivir, nos sentimos en la necesidad de sustentar nuestra devoción con dramáticas experiencias espirituales. Queremos "sentir" que él nos ha tocado, que se ha movido en medio de nosotros o que hemos sido testigos de algún espectacular milagro. Para los que creen que de esto se trtata la vida espíritual, recibir la visita de un ángel significaría, sin duda, "tocar el cielo con las manos".
     La experiencia de Zacarías, sin embargo, nos deja al menos tres importantes adversarias. En primer lugar, ocurrió "mientras Zacarías ejercía su ministerio sacerdotal delante de Dios". Precisamente el contexto es lo que nos produce tantas dificultades, pues el "mientras" nos aburre. No obstante, ser fieles en la tarea que se nos ha confiado es una condición indispensable para acceder a proyectos mayores. En ocasiones esta fidelidad debe ser probada, como en el caso de Elizabeth y Zacarías, a lo largo de toda una vida. No está en nosotros acceder o no a proyectos mayores, sino que es una decisión exclusiva de Aquel  en cuyas manos está nuestra vida.
     Una segunda advertencia la encontramos en la reacción de Zacarías: "se turbó, y el temor se apoderó de él". La aparición del ángel no resultó en una experiencia agradable, tal como la imaginamos si nos ocurriera algo similar nosotros. De hecho, un recorrido por las Escrituras revelará que esta reacción de temor es común a todas las personas que recibieron una visita celestial. Cada una de ellas sintió profundo miedo ante algo que cae radicalmente fuera del ámbito de nuestra existencia cotidiana. La verdad es que no poseemos capacidad para movernos con naturalidad dentro de este plano, porque la fragilidad de nuestra condición humana no puede soportar más que la más tenue manifestación de lo Alto.
     Esto nos lleva a una tercera advertencia. No hallamos ningún indicio de que Zacarías haya tenido otra experiencia como esta a lo largo de su vida. Al observar los 2.000 años de historia del pueblo de Dios que están registrados en la Biblia encontraremos que esta clase de visitaciones son sumamente escasas. Creo que la razón es clara: La vida espiritual no se desarrolla en el plano de lo extraordinario, sino en el  de lo ordinario. El Señor sabe bien que esta clase de experiencias fácilmente pueden convertirse en una distracción. Por esto, el discípulo sabio convertirá en propia la oración del salmista: "Señor, mi corazón no es soberbio, ni los ojos altivos; no ando tras las grandezas, ni en cosas demasiado difíciles para mí; sino que he calmado y acallado mi alma; como niño destetado en el regazo de su madre, como niño destetado reposa en mí mi alma".

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