miércoles, 17 de diciembre de 2014

Devociones: "Un día a la vez".

Vivamos a plenitud cada día, con sus cosas buenas y malas, de modo que no tengamos, a la noche, de qué lamentarnos. (Mateo 6:19-34).

       Como cierre a la enseñanza sobre el tema de la angustia por los bienes. Cristo deja  un último consejo. de tono absolutamente práctico: "Así que no os angustiéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propia preocupación. Basta a cada día su propio mal". ¿Será que en este enunciado se encuentra uno de los secretos de la vida pausada y gozosa que vivió nuestro amado Señor.
       Ciertamente no encontramos evidencias en el relato de los evangelios de que haya sido una persona propensa a la preocupación. Las circunstancias más complicadas no lograban alterar su estado de ánimo.
    No cabe duda de que parte de esta entereza espiritual frente a una vida de dificultades y sufrimiento tiene que ver con la vitalidad de su relación con el Padre, algo que nutría día a día en tiempos de recogimiento y quietud. No obstante, la capacidad de vivir a plenitud cada día, con sus contratiempos y victorias, parece ser también un factor que marcó un estilo de vida en él.
      De hecho, una de las cosas que más frecuentemente nos roba la posibilidad de disfrutar del presente es estar pendientes del mañana. No disfrutamos de la semana porque estamos a la espera del fin de semana. No nos deleitamos en la etapa noviazgo porque no vemos la hora de casarnos. No nos alegramos en los hijos que tenemos porque  estamos demasiado ocupados en asegurarles "un futuro digno", De esta manera transcurre nuestra vida, siempre  con la vista puesta en alguna etapa futura que nos roba de la posibilidad de vivir a plenitud el momento en que nos encontramos.
      Jesús reduce su óptica, en este tema, a la distancia más corta posible: el día en que estamos. No me mal interprete; no estoy diciendo que él era una persona irresponsable, ni tampoco que no debemos anticiparnos, en forma correcta, a los eventos que se aproximan en el futuro cercano. Lo que estoy señalando es que Jesús no permitía que esto lo distrajera por un instante de la responsabilidad de vivir a plenitud cada momento que el Padre le traía. La verdad es que ninguno de nosotros siquiera sabe si estará con vida mañana. Más es enteramente posible que por nuestras preocupaciones el mañana llegue acompañado de un sin fin de remordimiento porque no hicimos o disfrutamos de ciertas cosas cuando tuvimos la oportunidad de hacerlo. Qué tremendo desafío para nosotros.
Vivamos a plenitud cada día, con sus cosas buenas y malas, de modo que no tengamos, a la noche, de qué lamentarnos. Todo lo que recibimos es regalo de Dios, otorgado por pura gracia, exclusivamente para los hijos que ama.

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