miércoles, 10 de diciembre de 2014

Devociones: "Problemas de agenda".

No importa si los asuntos que nos impiden una entrega absoluta a Cristo son buenos y loables, estos no pueden desplazarlo. (Mateo 10:37).

      En el trío de encuentros que relata el evangelista Lucas nos topamos con este segundo personaje, que bien podría simbolizar a cualquier individuo tomado de la calle hoy en día. Este no vino a ofrecerse a Cristo como discípulo, como el anterior, sino que fue llamado. Señalo, de paso, que en
 el reino no existen voluntarios, solamente personas escogidas. El llamado que Jesús hace a este individuo es similar al llamado que hizo a decenas de personas: "·sígueme".
    En esa  simple palabra está encapsulada la esencia de lo que significa ser un discípulo. No es un llamado a unirse a una religión, a asistir a una seríe de reuniones o a congeniar con algunos enunciados acerca de la vida espiritual. Es una invitación a ponerse en pie para acompañar a Cristo a los lugares que elige visitar y a las personas que escoge tocar. El discípulo no decide el rumbo, ni la forma, ni el itinerario. La única decisión que toma es la de ponerse en pie y comenzar a caminar con el Señor.
    El individuo del pasaje de hoy quería seguir al Señor, pero pidió que se le diera un tiempo para atender unos asuntos familiares. Como nota añadida, debemos observar que no estaba pidiendo permiso para ir a enterrar literalmente a su padre, más bien estaba usando una frase común en la época, que indicaba el compromiso de cuidar de los padres hasta que estos fallecieran. Una vez que los padres ya no estuvieran presentes, esta persona quedaría enteramente libre para seguir a Cristo.
    Si tuviéramos que traducir  a nuestro idioma la petición de este varón, diríamos que contestó: "Señor, te seguiré con mucho gusto, pero primero tengo algunos asuntos que atender". En cuantas ocasiones, compartiendo el evangelio con otros, he escuchado a personas decir: "Me parece muy bueno, pero primero déjame que disfrute un poco de la vida". En la respuesta encontramos uno de los impedimentos mayores para seguir a Cristo y es el deseo de decidir nosotros el "cuando".
       No es que exista en nosotros un espiritu de desobediencia; todo lo contrario, tenemos la intención de hacer lo que nos ha pedido. La única diferencia es que pretendemos hacerlo cuando sea más cómodo para nosotros. Esto es lo mismo que desobedecer. El ejemplo mas claro de este sentir es el del pueblo de Israel cuando, alentado por el mal testimonio de diez de los espías, decidió no entrar a la tierra prometida. Cuando Dios anunció el castigo sobre ellos, cambiaron de parecer y decidieron subir. Mas Dios ya no estaba con ellos, porque el tiempo para la obediencia había pasado ( Números 14:40-45).
    Es importante señalar que no existía nada de malo en el deseo de esta persona de cuidar a sus padres. Este precisamente es el problema, que los asuntos que nos impiden una entrega absoluta no son malos. Muchos de ellos son más que loables. Sin embargo, todo lo que se interpone entre nosotros y Cristo debe ser desechado.

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