martes, 11 de noviembre de 2014

Devociones: "Tentaciones mentales".

No se protege la mente tratando de resolver los problemas con el uso d ela razón, sino con la disposición. (2 Corintios 5:21).

        El tercer punto de ataque que Satanás utilizó para quebrantar la decisión de Cristo de servir a su Padre fue la mente. Frente al fracaso de hacer caer al Hijo apelando a sus necesidades corporales y de su yo, decidió, entonces, atacar las bases de su raciocinio.
      Eso ocurrió en el Getsemaní. Allí Jesús fue enfrentado con una visión futura y total de la cruz, y todo lo que él soportaría. Jesús vio la contradicción que tendría que sobrellevar; él quien no conocía pecado tendría que convertirse en pecado (2 Corintios 5:21). La presión de tener que convertirse en lo que más odiaba fue una carga casi intolerable para el Hijo del hombre.
      Él sufrió los síntomas de la presión: gemidos, lágrimas, sudor e intensa agonía interna. Su mente fue sacudida como por una tormenta mientras se debatía entre dos principios contradictorios. Tres veces tuvo que acercarse con insistencia a su Padre en oración, buscando ayuda, y durante todo ese tiempo Satanás esperaba que su mente se quebrara, dejándolo quebrantado y desvalido. Pero una vez más. Jesús volvió a su determinación de hacer la voluntad de su Padre, sin importar cuán contradictoria pareciera esta. "Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya". (Lucas 22:42). La victoria se logró y luego la paz, porque su voluntad se mantuvo firme en medio de la tormenta.
    Satanás sabe muy bien cómo puedo ser destruido a través de la conmoción mental. El ser llamado "loco" fue una de las críticas que Pablo le tocó que enfrentar (Hechos 26:24; 1 Corintios 5:13). No se protege la mente tratando de resolver los problemas con el uso de la razón, sino con la disposición de mantenerse sujeto a Dios y dejarlo a él resolver los problemas como le parezca, "Hágase tu voluntad" (Mateo 26:42) es más que una simple oración, es la terapia mental que el engañador no puede deshacer. Si mantengo mi voluntad intacto. Dios me dará el espíritu de "poder, amor, y dominio propio" (2 Timoteo 1:7). 

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