viernes, 7 de noviembre de 2014

Devociones: "Sentidos atrofiados".

La falta de percepción de las señales del Señor, es el resultado inevitable del pecado, que siempre se manifiesta en deterioro del espíritu: (Mateo 16:1-4).

      Los fariseos, en busca de tenderle una trampa a Jesús, se le acercaron pidiendo una señal que avalara el ministerio que realizaba. "Pero respondiendo El, les dijo: Al caer la tarde decís: "Hará buen tiempo, porque el cielo está rojizo. "Y por la mañana: "Hoy habrá tempestad, porque el cielo está rojizo y amenazador". ¿Sabéis discernir el aspecto del cielo, pero no podéis discernir las señales de los tiempos?".
    La respuesta de Jesús, como la que dio a Satanás en el desierto, deja  en claro que el Hijo de Dios sabía que no le era lícito respondes a peticiones que no se originaban en la voluntad expresa de su Padre. Al negarse a proveer una señal, afirmaba su sujeción absoluta al Padre en todos los asuntos, aún cuando las oportunidades que se le presentaron pudieran parecer sumamente provechosas para avanzar los asuntos del reino. El principio inviolable de una vida agradable a Dios es que sus hijos no anden en ninguna otra obra más que en aquellas que el Padre ha preparado de antemano para que anden en ellas (Efesios 2:10).
     Existe una segunda razón por la que Cristo no respondió a la petición de los fariseos y saduceos, una que tiene aún mayor peso que la primera. Como en muchas otras ocasiones, el Maestro de Galilea recurre a una analogía de la vida cotidiana para explicar una verdad espíritual. Algunas personas, señala, poseen la capacidad de anticiparse al comportamiento del clima durante el día. Los datos que utilizan para hacer un pronóstico acertado están presentes en el cielo de cada amanecer. Los que han vivido y trabajado por años en el entorno d ela naturaleza normalmente poseen la sensibilidad necesaría para darle a estas señales una lectura acertada. El hecho de que algunos no pueden ver estas señales no confirma la ausencia de ellas, sino, más bien, la falta de sensibilidad por parte de los que observan el cielo. La conclusión a la que apunta la analogía es inevitable. El problema de los fariseos no está en la falta de señales, sino en la falta de percepción que limita sus corazones duros y legalistas.
    Esta falta de percepción es un mal que también aqueja nuestros propios corazones. Es el resultado inevitable del pecado, que siempre se manifiesta en deterioro del espíritu. De esta realidad testifica el salmista cuando declara: "Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día, porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano" .
   Este estado de sopor espíritual es el que más impide que logremos discernir el obrar de Dios en nosotros y en nuestro entorno. Para aquello que no ven la mano del Señor, entonces, la respuesta no está en que provea evidencias adicionales de su presencia, sino en pedir "ojos para ver y oídos para escuchar" Lo que no percibimos en este momento. Las respuesta de Jesús claramente indicaba que el problema estaba en los factores, no en la aparente falta de señales a la que aludían.
Comentarios:
Observe la forma en que Cristo describió a la generación que pedía una señal.
 ¿A qué se refería cuando dijo que solamente se le daría la señal de Jonás?.

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