miércoles, 19 de noviembre de 2014

Devociones: "Hasta la división del alma y el espiritu".

La palabra posee la capacidad de meterse en los rincones más escondidos de nuestro ser: (Hebreos 4:12-13).

       La espada de dos filos, la Palabra, es especialmente punzante. Penetra, nos dice el autor de Hebreos, hasta la división del alma y del espíritu. Resulta obvio que esto no se refiere a un lugar especifico en el cuerpo humano, sino a ese espacio interior que ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. La Palabra trabaja en el plazo de lo eterno.
      La razón por la que utiliza una analogía tan oblicua para referirse al poder de la Palabra es porque el engaño con el que está contaminado nuestro corazón no nos permite entender claramente dónde radica el origen de muchas de nuestras acciones y pensamientos. Vivimos en un permanente estado de confusión. Nadie nos provee una descripción más acertada de este estado, como el apóstol Pablo: "Porque lo que hago, no lo entiendo. Porque no practico lo que quiero hacer, sino que lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero hacer, eso hago, estoy de acuerdo con la ley, reconociendo que es buena. Así que ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí. Porque yo sé que en mí, es decir, en mi carne, no habita nada bueno. Porque el querer está en mí, es decir, en mi carne, no habita nada bueno. Porque el querer está presente en mí, pero el hacer el bien, no. Pues no hago el bien que deseo, sino el mal que no quiero, eso practico. Y si lo que no quiero hacer, eso hago, ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí " (Romanos 7:15-20).
     Quien ha experimentado la frustrante contradicción que produce este estado, lucha con el desánimo. Parece  estar batallando contra algo que es más fuerte que uno mismo. La Palabra, sin embargo, no está sujeta a los subterfugios, los engaños y las artimañas de la carne. La Palabra entra profundamente y saca a la luz la maraña de mentiras y medias verdades que han gobernado nuestro comportamiento en diferentes circunstancias.    
   Mediante la Palabra accedemos a la posibilidad de volver al estado en el que fuimos creados. Podemos estar desnudos en su presencia, sin tener de qué avergonzarnos, porque la Palabra no solamente expone lo oculto que nos ata, sino que trae sanidad y restauración a la vida de todos los que hemos sido afectados por la mentira sembrada en nuestro corazón.
       Para que la Palabra pueda realizar esta acción en nosotros, debemos dar por sentado que existen aspectos de nuestro ser que deben ser descubiertos, mentiras que deben ser desenmascaradas, actitudes que deben ser confrontadas. Al prestar atención a lo que el Señor nos dice, entonces, debemos estar también dispuestos a revelaciones que nos puedan sorprender y desorientar. Cuando experimentamos esa confrontación podemos regocijarnos en la seguridad de que la Palabra está produciendo su efecto en nuestro espíritu.
     

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