jueves, 13 de noviembre de 2014

Devociones: "Bendita Insistencia".

A la hora de comunicarse con su pueblo el Señor no escatima esfuerzos: (Hebreos 1:1).

         Cuánta perseverancia encierra la frase "muchas veces" No se refiere tan sólo al compromiso del Señor con su pueblo, sino también a los individuos que ha levantado para dirigir a sus elegidos. Podemos escoger a cualquier figura y observar cómo, con amorosa compasión, el Señor se acerca una y otra vez, a lo largo de su peregrinaje, para hablarle palabras de vida. Por medio de estas visitaciones periódicas volvió a impartir aliento y visión a corazones que habían caído presos del desconcierto y del temor.
    En muchas situaciones observamos que las palabras que habló no fueron más que la reiteración  del mismo mensaje que había pronunciado al inicio de ese compañerismo compartido. Con Abraham, por ejemplo, el Señor repitió en al menos cinco ocasiones su intención de convertir su descendencia en una nación más numerosa que la arena del mar (Génesis 12, 13, 15, 17 y 18).
     Esta constancia divina nos salva de nuestra tendencia a olvidar lo que hemos oido. Dios sabe que nuestra memoria espíritual, tan frágil y asustadiza, requiere frecuentes recordatorios de que él es confiable y fiel. Tal como lo ilustra el peregrinaje del pueblo por el desierto, cada contratiempo y dificultad tiende a sembrar la duda sobre la confiabilidad de la Palabra recibida. El espíritu de regocijo y celebración que acompañó la recepción del mensaje da lugar ala margo murmullo del desconcierto, los airados reclamos y reproches contra el líder.
      A pesar de que esta reacción se repite con una deprimente monotonía a lo largo de las Escrituras, descubrimos, con alivio, que nunca se instala en el corazón de Aquel que ha escogido compartir con nosotros su mensaje. Vuelve a  hablar una y otra vez. Los siglos pasan y los mensajeros cambian, pero Dios nunca desiste de su insistente intención de compartir con nosotros los deseos más profundos de su corazón.
      Frente a tanta perseverancia podemos relajarnos a la hora de"buscar la voluntad" de Dios para nuestra vida. No nos encontramos, aquí, frente a un dios caprichoso que se empecina en volver difícil el camino de conocerlo. Tampoco el esfuerzo debe ser el motor que mueva nuestra comunión con él. El Señor ha dado hartas pruebas de que él anhela, mucho más que nostros, la intimidad. Nuestra relación con él requiere más quietud que movimiento, más silencio que palabras, más confianza que esmero.
      Si nos animamos a tomarnos de su mano, pronto comenzaremos a escuchar los mensajes que hace tiempo viene pronunciando. Nuestras muchas distracciones no nos habían permitido, hasta este momento, percibir que nos hablaba.
         ¡Gracias, Padre, que no te das por vencido! 
        

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