"Nuestro Señor Jesucristo.....el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados".
(Gálatas 1:3-4)
Se dice que Ciro, rey de Persia, al volver de su expedición trajo como prisioneros a un principe, a su mujer y a sus hijos. El soberano interrogó personalmente al principe cautivo.
---¿Qué me darías si te devuelvo la libertad?
---La mitad de mi reino, respondió el principe.
---¿Y por la libertad de tus hijos?
---La otra mitad.
---Y por la de tu mujer. ¿qué me darías?
---A mí mismo, respondió el principe.
Esta respuesta complació tanto a Ciro que liberó a toda la familia sin exigir rescate. De regreso en su país, el principe preguntó a su mujer qué pensaba de la bondad del rey.
---Solo vi que estaba dispuesto a entregarse por mí, respondió la esposa del principe.
¿Cómo apreciamos nosotros a Jesús, el Hijo de Dios, quien dijo a su Padre: "Heme aquí", y quien dio su vida para salvarnos de la esclavitud del diablo y de la muerte eterna?.
Pocas horas antes de la crucifixión, Jesús dijo a quienes llegaron a arrestarlo para llevarlo al suplicio: "Si me buscáis a mí, dejad ir a estos", es decir, a sus discípulos (Juan 18:8). Y avanzó hacia la cruz, ofreciendo su vida en rescate, como lo había anunciado: "El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos" (Marcos 10:45). Lo hizo por ellos, por mí, por usted.
"Si comprares siervo hebreo, seis años servirá; más al séptimo saldrá libre, de balde.....Y si el siervo dijere: Yo amo a mi señor a mi mujer y a mis hijos, no saldré libre; entonces su amo lo llevará ante los jueces, y le hará estar junto a la puerta o al poste; y su amo le horadará la oreja con lesna, y será su siervo para siempre" (Éxodo 21:2, 4-5).
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