sábado, 15 de agosto de 2015

Devociones :"Obreros idóneos".

En cierta oportunidad recibí un mail precedente de la oficina pastoral de la Iglesia en la que me congregaba, que decía escuetamente algo así como: "el domingo (fecha) elegimos pastores y maestros".
    Hasta  donde quien esto escribe sabía, pastor....ya teniamos. Maestros, también. No entendí nada, tampoco pregunté. Y ese domingo no asistí a la reunión. Pero en las sucesivas reuniones no sólo no noté absolutamente nada nuevo ni extraño, sino que tampoco percibí comentario alguno al respecto. Todo en su apariencia continuaba tal y como la había dejado semanas atrás.
    Un año después, uno de mis colaboradores de misterio, me he hizo saber que los hermanos que formaban el gobierno humano de esa congregación--el grupo de Ancianos--ya no estaban más en sus funciones.....desde hacía un año. Habian permanecido durante años en ese noble cargo, pero en aquella oportunidad no habían reunido la cantidad suficiente de votos para continuar con su liderazgo. Siguieran adelante con sus tareas y compromisos fieles a su vocación de servicio, pero ya no ocupaban una posición de liderazgo ni tenian autoridad en la Iglesia.
     Muy lejos de quien esto escribe, sembrar dudas sobre la idoneidad e integridad de estos amados hermanos. Estoy convencido de que las causas de fondo por las cuales no pudieron continuar en sus cárgos nada tienen que ver con ellos. Lo cierto es que más allá de lo anecdótico y del amplio abanico de interpretaciones que el hecho pueda ofrecerte, lo que en realidad pretendo poner de relive, y ése es el foco de la presente reflexión, la Iglesia como asamblea de Dios--no la denominación, sino como "ekklesia" de Dios---tiene la enorme responsabilidad de capacitar y poner al frente de sus tareas, cargos y liderazgos, a personas idóneas.
    En el ámbito secular, en mi país cualquiera con suficiente capital para hacerlo, puede ser el sueño de un buffet de abogados, una farmacia o de un sanatorio. Pero la legislación vigente exige que quienes deben estar al frente de tales instituciones deben ser profesionales acreditados e idóneos.
    En el ámbito eclesiástico ocurre otro tanto. Hoy el Señor necesita en su Obra, obreros, pastores y maestros seríos y altamente comprometidos con los negocios de Dios.
     Además de serios, comprometidos con los asuntos de Dios, fogueados en las arenas del desierto. Gente PROBADA y APROBADA en las lides del ministerio. Recordemos que no tenemos lucha contra sangre ni carne, sino contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes (Efesios 6:12).
      Hoy, los desafíos impensados e impredecibles a los que se enfrenta la Iglesia cristiana del siglo XXI ponen en otra dimensión, vigencia, fuerza y significado las palabras de Pablo a Timoteo cuando le escribió:

   Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.
                                         (2 Timoteo 2:15)    

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