lunes, 20 de octubre de 2014

Devociones: "Reunidos en vano".

La Iglesia, cuando funciona con la dinámica correcta, se reúne para luego salir a conquistar nuevos territorios (1 Samuel 17:2-3).

     El texto de hoy inicia el capítulo que relata la victoria de David sobre Goliat. Como bien sabemos este fue solamente uno de la interminable serie de encuentros entre estos dos pueblos enemigos. En este incidente, sin embargo, encontramos a los israelitas paralizados por el temor. Durante cuarenta interminables días el gigante salía dos veces por día, por la mañana y por la tarde, para lanzar su desafío a los hombres del ejército de Saúl. Sin embargo no se encontraba entre ellos un solo hombre dispuesto a hacerte frente al filisteo. Los israelitas estaban reunidos, pero permanecían quietos.....Las batallas no se ganan por reunir al ejército. El convocar a los guerreros es solamente parte de la etapa preparatoria para confrontar al enemigo, pero si luego no se movilizan para iniciar las hostilidades de nada sirve que se hayan reunido. Aun cuando se trate de una multitud superior a las fuerzas del enemigo, las batallas solamente se ganan la decisión de entrar en combate.
    De algún modo la imagen de los israelitas que acompañaban a Saúl, tan indecisos y pasivos en el momento que más requeria de firmeza, nos ofrece un buen cuadro ilustrativo de la Iglesia cuando ha perdido su rumbo. La verdad es que siempre ha luchado con la tendencia de convertir la reunión en un fin en sí, cuando, en realidad, el propósito de la reunión es alistar a las tropas para la batalla. No obstante, en infinidad de congregaciones el compromiso de los cristianos simplemente consiste en reunirse y desbandarse, una práctica que no afecta ni intimida en lo más mínimo al enemigo.
     Cuando la Iglesia asume esta postura de inacción, sus enemigos se burlan de ella y la ridiculizan por su falta de ingerencia en la sociedad en que vivimos.
     El propósito para el cual existe la Iglesia es el de ser sal y luz en la tierra, "anunciar las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable" (1 Pedro 2:9). Este no es más que la continuación del propósito original de Dios de crear un pueblo para sí. La bendición que entregó a este pueblo debía resultar también en bendición para aquellos que aún no habían sido alcanzados por ella, de modo que todas las naciones de la tierra llegarán a ser benditas (Génesis 12:3).
    Como líderes es fundamental que mantengamos los ojos sobre esta realidad. Nuestra función no es proveer una interminable sucesión d ereuniones para el pueblo de Dios esté entretenido.
Convocamos a los hijos de Dios para "capacitarlos para la obra del ministerio" (Efesios 4:12), y tenerlos en un estado de pasividad atenta contra los propósitos mismos para los cuales fueron comprados. La Iglesia, cuando funciona con la dinámica correcta, se reúne para luego salir a conquistar nuevos territorios del enemigo. Esta es su vocación, y ni las puertas del Hades podrán contra ella.
Para pensar:
La misión sustenta tanto a la Iglesia como las llamas al fuego.    

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