sábado, 11 de octubre de 2014

Devociones: "Repercusiones".

Lo que vivimos en el plano privado de nuestras vidas incide en nuestras relaciones en el ámbito público: (Lucas 1:5-25).

     Mientras Zacarías permanecía dentro del templo el pueblo lo esperaba, y se extrañaba de su tardanza. "Pero cuando salió, no podía hablarles, y se dieron cuenta de que había visto una visión en el templo; y él les hablaba por señas, y permanecía mudo".
    La convicción de que la fe es algo "muy personal" está fuertemente instalada en nuestro concepto de la vida espiritual. Hemos cedido frente a la idea de que cada uno posee la capacidad de construir en soledad su propia experiencia en Cristo. Nuestro débil compromiso con la Iglesia muchas veces revela cuán poco le damos a los aportes de nuestros hermanos si proceso que Dios realiza en nuestra  vida.
    La experiencia de Zacarías muestra que nuestras vivencias en lo secreto indefectiblemente afectan al vida de aquellos con los que nos encontramos en el ámbito de la vida pública, aun cuando no seamos conscientes de ello. Nuestra vida está forzosamente ligada a la vida de otros que comparten con nosotros nuestra existencia.
     El apóstol escogió la analogía del cuerpo humano para explicar este ministerio, ilustrando cómo la vida de un miembro afecta la de los otros. "Y si miembro sufre, todos los miembros sufren, con él; y si un miembro es honrado, todos los miembros se regocijan con él" (1 Corintios 12:26). La imagen es perfecta para entender nuestra relación con otros. Si una persona pierde en un accidente su mano, todo el cuerpo sufrirá las consecuencias, aun cuando la parte más fuerte de la crisis la sufra el brazo.
     ¿Acaso no son los hijos los mejores ejemplos de la fe, o falta de fe, de sus padres? Aun cuando los padres han confiado la formación espiritual de sus hijos a los maestros de la escuela dominical, la mayor influencia sobre la vida de ellos la ejercerán aquellas vidas de las que son testigos en la intimidad del hogar.
     La respuesta inapropiada de Zacarías ante la visita del ángel significó que él perdió parte de la aventura que Dios había preparado para él. Es tentador pensar que el asunto termina aquí, pero claramente la gente que lo esperaba afuera también resultó afectaba por su experiencia. Cuando salió percibieron que algo había ocurrido, pero no tuvieron acceso a los detalles, pues Zacarías no estaba habilitado para compartir con ellos lo vivido.
     Imagine, por un instante, que Zacarías hubiera reaccionado con fe al anuncio. ¿Qué hubiera ocurrido al salir del templo? ¿Acaso no hubiera gritado a los cuatro vientos que iba a ser papá, que Dios mismo se lo había anunciado? El pueblo hubiera entrado en pleno en el gozo de él. En lugar de esto, volvieron a sus casas perplejos, con la sensación de haberse perdido algo importante.
   Lo que vivimos en el plano  privado de nuestras vidas incide en nuestras relaciones en el ámbito público. Cuando desatendemos este aspecto de nuestras vidas, no sufrimos solamente nosotros. Todo el cuerpo de Cristo se ve empobrecido.
    

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