(Dios el Padre) nos ha liberado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo.
(Colosenses 1:12-13)
Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna. Hijitos, guardaos de los ídolos.
(1 Juan 5:20-21)
Un ídolo es todavía, en nuestros días y en numerosos lugares, una estatua o un objeto asimilado o una divinidad que el hombre teme. Un ídolo desvía al hombre de Dios y los vuelve hacía los falsos dioses, a veces incluso hacia los poderes ocultos. Pero de forma más general, podemos llamar ídolo a todo aquello que se interpone entre el hombre y Dios.
Los ídolos modernos quizás no sean de madera, de plata o de piedra, pero son igual de reales. Pensemos en el lugar que ocupa el dinero, el poder o el placer en nuestras necesidades. Pensemos también en las personas a las que mucha gente llama ídolos : deportistas, cantantes, actores, que sirven de referencia y de modelo a muchas personas.
Dios quiere liberarnos de todo lo que nos hace esclavos de la opinión de la mayoría, de su manera de vivir, de su comportamiento frente a todos los aspectos de la vida. Si vamos a Jesús, él nos liberará. "Si vosotros permaneciereis en mi palabra", dice Jesús, "seréis verdaderamente mis discípulos y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (Juan 8:31-32).
¿Cómo comprender esta última exhortación del apóstol a los creyentes: "Hijitos, guardaos de los ídolos" ? Un cristiano la explicaba así: "Hijos míos, guárdense de todo aquello que puede tomar el lugar de Dios en sus corazones". Incluso un ser amado puede volverse un ídolo y alejarnos de Dios.
Servir a un ídolo es estar en un mundo ilusorio, pero servir a Dios significa estar en la realidad y la verdad.
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