Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.
(1 Timoteo 1:15)
Un evangelista cuenta así su propia conversión: "Tenía 16 años cuando un amigo me invitó a ir a escuchar a un predicador que había sido campeón deportivo. Este argumento hizo que me decidiese a ir, pero prudentemente me senté al fondo de la sala. Tenía curiosidad de oírlo, pues siempre había creído que la religión era para los débiles, los viejos y los jóvenes sentimentales, pero no para un campeón de béisbol.
Mientras predicaba tuve la sensación de que me señalaba con el dedo: Joven, usted es un pecador. Tratando de esconderme detrás de la ancha espalda del oyente que estaba sentado delante de mí, pensé: No soy peor que otros. Pero el predicador citó la Palabra de Dios: "Todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios" (Romanos 3:23). Cuando el evangelista invitó a pasar adelante a los que querían ir a Cristo, yo salí corriendo de la sala y regresé a casa.
Jamás olvidaré la lucha que sentí después. Al dia siguiente volví a la reunión. Esta vez me senté adelante. El predicador se levantó y leyó: "Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros" (Romanos 5:8). Pensé: Soy un pecador, Dios me ama. Cuando el evangelista pidió, otra vez, a sus auditores pasar adelante, yo fui uno de los primeros en hacerlo. Allí entregué mi corazón a Jesús. El gozo, la paz y la seguridad de la salvación llenaron mi corazón y nunca me abandonaron".
"Habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por 99 justos que no necesitan de arrepentimiento" (Lucas 15:7).
No hay comentarios:
Publicar un comentario