jueves, 12 de marzo de 2015

Devociones: "La promesa de Dios".

El Señor le dijo a Abraham: Haré de ti una nación grande, y te bendeciré; y haré famoso tu nombre, y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra. No temas porque yo te protegeré y tu recompensa será grande. Abraham le respondió: Oh Señor Soberano, ¿de qué sirven todas tus bendiciones si ni siquiera tengo un hijo? Ya que tú no me has dado hijos. Eliezer de Damasco, un siervo de los de mi casa, heredará toda la riqueza. Tú no me has dado descendientes propios, así que uno de mis siervos será mi heredero. Después el Señor le  dijo: No, tu siervo no será tu heredero, porque tendrás un hijo propio, quien será tu heredero. Entonces el Señor llevó a Abraham afuera y le dijo: Mira al cielo y , si puedes, cuenta las estrellas. Ese es el número de descendientes que tendrás (Génesis 12:1-3; 15:1-5).
     Fue por la fe que Sara pudo tener un hijo a pesar de ser estéril y demasiado anciana. Abraham y ella creyeron en la promesa de Dios y su hijo Isaac nació; el nacimiento de este hijo fue la manera en que Dios cumplió su promesa pues es la descendencia de Abraham nació David y de la descendencia de David, el Salvador y Redentor de la humanidad "Jesucristo" unigénito y heredero del Padre Celestial (Mateo 1:1-17), en quien somos coherederos de la promesa de ser llamados hijos de Dios y de la tierra prometida que es la patria celestial, sólo por fe y por gracia, sin añadidura alguna. (Juan 1:12; Gálatas 4:23; Efesios 1:1-14; Hebreos 11:16) esta es la promesa de Dios para nosotros.
    Por Dios a Abraham fueron hechas las promesas y a su descendencia. No dice: "Y a los descendientes", como si hablara de muchos, sino como de uno: "Y  a tu descendencia", la cual es Cristo. Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios en Cristo no puede ser anulado por la ley, la cual vino 430 años después; eso habría invalidado la promesa, porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios se la concedió a Abraham mediante la promesa que es por fe y por gracia. (Gálatas 3:16-18).
    "Entonces, ¿para qué se entregó la ley? Fue añadida a la promesa para mostrarle a la gente sus pecados, pero la intención era que la ley durara sólo hasta la llegada del Hijo prometido (la descendencia, que es Jesucristo)" (Gálatas 3:19-22). Es decir, la ley era una añadidura para participar de la gloria de Dios; sin embargo, la ley nunca ha salvado ni salvará a alguien, la salvación siempre ha sido y será por fe y por gracia.
   De igual manera, la ley nos sirve en este momento solamente para mostrarnos nuestros pecados, para que recordemos nuestra condición pecaminosa delante de Dios. Solo podemos ser justificados por medio de Cristo Jesús nuestro Señor.
    Antes de que se nos abriera el camino de la fe en Cristo, estabamos vigilados por la ley. Nos mantuvo en custodia protectora, por así decirlo, hasta que fuera revelado el camino de la fe. Dicho de otra manera, la ley fue nuestra tutora hasta que vino Cristo; nos protegió hasta que se nos declarara justos ante Dios por medio de la fe. Y ahora que ha llegado el camino de la fe, ya no necesitamos que la ley sea nuestra tutora, pues somos hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús y todos los que hemos sido unidos a Cristo en el bautismo nos hemos puesto a Cristo como si nos pusiéramos ropa nueva, Ya no hay judío ni gentil, esclavo ni libre, hombre ni mujer, porque todos somos uno en Cristo Jesús. Y como pertenecemos a Cristo Jesús, somos verdaderos hijos de Abraham, somos sus herederos, por lo tanto la promesa de Dios a Abraham también nos pertenece a nosotros por fe y por gracia. (Gálatas 3:23-29).
    Por tanto, Cristo en verdad nos ha librado. Ahora asegúrese de permanecer libre y no se esclavicen de nuevo a la ley. (Gálatas 5:1).
   
  Sólo en Cristo Jesús se alcanza la promesa de Dios, no hay otro camino, la fe y la gracia no requiere de añadiduras.....las obras que hacemos ya no son por obligación, por cumplir con la ley; sino por el amor y la fe que tenemos en Él, nuestro Salvador.    

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