martes, 9 de febrero de 2016

Devociones:"El Rocio en la Biblia".

                               (Cantar de los cantares 5:2:8)

      Introducción:

    ¿Has tenido la oportunidad de vivir una madrugada de rocio? El vapor suave condensado por la frialdad de la noche en gotas muy menudas humedece ligeramente los cabellos. Los campos de trigo y amapolas cubiertos de rocío han inspirado poemas deliciosos, inolvidables.
   En el texto de (Cantares 5:2-8), la palabra entrecortada y jadeante del amado pide a la novia que abra la puerta de la habitación donde duerme, que la deje entrar, la noche está fría y húmeda, las gotas de rocío mojan su cabellera.
   Aun cuando de este pasaje bíblico pueden extraerse lecciones suficientes para componer un sermón sin necesidad de recurrir a otras partes de la Biblia, nuestra intención es diferente. Dejemos a los enamorados del Cantar de los Cantares para el final del discurso y veamos qué dice la palabra de Dios acerca del rocío en otras de sus mil y pico páginas.

El rocío, como señal de bendición:
 (Génesis 27:22-23)

   (Génesis 27:28) es el primer texto bíblico que habla del rocío. Está relacionado con la bendición de Isaac a Jacob y Esaú. La principal herencia que Isaac podía dejar a sus hijos no era material, sino la transmisión de las promesas de Dios mediante la bendición del padre. Esta bendición correspondía a Esaú, pero jacob se la arrebató de la forma y manera que se lee es
 (Génesis 27:22-23). Cuando Esaú llega del campo y se percata de lo ocurrido, derrama lágrimas de dolor y de indignación. Pide al padre, viejo, casi ciego, moribundo, que rectifique. Pero Isaac, aludiendo a Jacob, pronuncia un definitivo: "Yo le bendije, y sera"bendito" (Génesis 27:33).
    San Pablo dice que Dios ha bendecido a los cristianos "con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo".(Efesios 1:3). El beneficio número uno de esta bendición es la salvación una vez concedida? ¿Puede un hijo de Dios perderse definitivamente? ¿A qué grado de maldad debe descender un convertido para que Dios le quite la salvación que un día le dio.
     Las anteriores preguntas no tienen fácil respuesta, porque en el Nuevo Testamento hay pasajes que apoyan la salvación condicional y la salvación eterna. Lo que sí está claro en la Biblia es que ningún convertido debe vivir en angustia pensando que en cualquier momento Dios puede quitarle la salvación y condenarle al infierno. No es así de fácil. Estamos en las manos de un Dios poderoso, de un Hijo amoroso, de un Espíritu que nos guía. Dios nos bendijo y somos benditos.

El rocío como señal de intercesión: 
  Éxodo 16:13-14)

   Todo estudiante de la Biblia, por muy mediocre que sea, sabe que el maná era un elemento que apareció por vez primera en el desierto al segundo mes de la salida del pueblo hebreo de Egipto y que constituyó su alimento principal a lo de 40 años. Era el pan enviado por Dios. Ahora bien, lo que no todos saben es que el maná no caía directamente del cielo a la tierra, sino sobre una capa de rocío que previamente cubría el desierto.
    El maná era una semilla pequeña, redonda, semejante al cilantro blanco; tenía un sabor como de pan amasado. Esta semilla era tan pura que se habría corrompido al contacto con la tierra. Primero caía el rocía, luego el maná. El rocío hacía de intermediario entre el cielo y la tierra.
   ¿Hace falta mucha palabra para deducir la lección que se desprende de esta historia?.
    Nosotros, los cristianos, los creyentes, los convertidos, somos como gotas de rocío. Cristo es el pan vivo que descendió del cielo (Juan 6:51). Cuando estuvo en la tierra dio Su palabra, Su amor. Su poder y Su vida a las multitudes. Ahora, está otra vez en el cielo, al que regresó tras haber cumplido su misión en la tierra.
    Cristo continúa comunicandose con el pecador, pero lo hace con otro cuerpo, con el cuerpo místico, que es la Iglesia, todos nosotros, cada uno de nosotros. El mensaje de Cristo llega del cielo a la tierra a través de nosotros. El mundo se salva mediante la locura de nuestra predicación (1 Corintios 1:21), por nuestra gestión como embajadores (2 Corintios 5:20).

el rocío como señal de la presencia de Dios:
   (Jueces 6:36-40)

   Gedeón, quinto juez de Israel, reconocido como el más importante de todos después de Samuel, recibió de Dios una orden de difícil cumplimiento. Pelear contra los poderosos madianitas, que estaban  aliados con otros pueblos muy fuertes (Jueces 6:33).
    Gedeón quiere asegurarse de que Dios estará con él, que le ayudará en la fatigosa empresa , que le dirigirá en la batalla. Para ello pide a Dios una doble señal, en la que interviene el rocío con carácter de protagonista. En primer lugar pide que todo el rocío de la noche caiga sobre un vellón de lana extendido en la era. Ni una sola gota de rocío en la tierra. Al día siguiente exige la  del milagro en sentido contrario: Que todo el rocío caiga sobre la tierra alrededor del vellón. Ni una sola gota en la lana. Dios condesciende a sus peticiones, Gedeón se rinde, sale a pelear con 32.000 hombres, que tras distintas pruebas quedan  reducidos a 300, y vence al ejército enemigo.
    Dios nos manda hoy en día a pelear una batalla desigual. Nuestros enemigos no son los madianitas, ni los amalecitas, ni los reyes del oriente. No tenemos ante nosotros a un enemigo visible, de carne y sangre, sino a gobernadores de tinieblas, a huestes espirítuales de maldad (Efesios 6:12). ¿Es lícito hacer como Gedeón, pedir a Dios que  confirme en nosotros su imposición y su asistencia por medio de espectaculares milagros? San Agustín dice que es indigno de parte del hombre pedir pruebas a Dios. Tal vez no lo fuera en aquellos tiempos primitivos, pero sí lo sería después de 20 siglos de cristianismo, cuando tantas pruebas tenemos a nuestro alcance de la realidad de Dios, de Su presencia en nuestras vidas.

El rocío como señal de unión:
   (Salmo 133)

    El (Salmo 133) canta las delicias de la convivencia fraterna entre todos los componentes del pueblo de Dios: "¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonia! " (Salmo 133:1).
     Aunque este texto puede ser aplicado a cualquier tipo de comunidad humana, en su origen hacía referencia al pueblo judío. Una vez al año, durante los días de fiesta, los hebreos acudian a Jerusalén a Jehová. Llegaban de lugares  distantes, distintos, de todas las capas sociales, unidos todos en el mismo sentimiento religioso, con un propósito idéntico. Durante esos días olvidaban sus diferencias, sus pequeñas animosidades, y unían sus corazones en adoración.
     Entre la metáforas que emplea el autor del Salmo, bellisimo y expresivas, se encuentra la del rocío descendiendo desde la cumbre del monte: "Como el rocío de Hemón, que desciende sobre los montes de Sión; porque  allí envía Jehová bendición y vida eterna" (Salmo 133:3).
    Las religiones secas de aquella tierra  palestina no recibian más humedad que la del rocio nocturno, particularmente en la zoma más fría del monte Hebrón.
     Nótese que el rocío bajaba monte abajo. La unidad entre los miembros de una congregación ha de empezar por las cabezas, por los que dirigen. Las iglesias, como los montes, se dividen por la cúspide, no por las bases. La unión vigoriza la Iglesia y le garantiza una existencia sin límites de días.

Conclusión:

    En (Oseas 14:5) Dios dice a través del profeta: "Yo seré a Israel como el rocío".
    También lo es para nosotros.
    ---Cuando sentimos que tenemos el corazón seco, Él nos recuerda su bendición.
    ---Cuando olvidamos el sentido de nuestra fe. Él nos recuerda que somos intercesores.
    ---Cuando desmayamos a causa de las dificultades. Él nos recuerda Su presencia constante.
    ---Cuando nos sentimos mal con nuestros hermanos, Él nos recuerda la necesidad de la unión fraternal.
    ---Cuando perdamos el rumbo de nuestra vocación. Él nos recuerda su llamamiento divino.     

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