No existe nada ni nadíe que pueda hacer que el amor que Dios siente por cada uno de nosotros verle. Nada nos puede separar del amor de Dios, excepto nosotros mismos. Por eso querido amigo y hermano, no dejes que tus circunstancias sean más grandes que ese amor que él te tiene.
Querido Señor:
Tu corazón late en mí, me da fuerzas, me renueva. Es como brisa fresca que alivia mi existir. Si tengo fuerzas para seguir luchando es porque habitas en mí. Todo sería agotador y vano para mí, si no te conociera.
Eres mi vida, mi todo. Cada segundo a tu lado es una nueva experiencia. Voy al compás de tus pasos con la certidumbre de que si vas conmigo, todo, absolutamente todo, estará bien.
Puede que la lluvia de circunstancias me moje, pero vuelve a salir el sol de justicia a alumbrar mi día. Puede venir la noche oscura y larga, pero tu presencia me acompaña, entonces puedo volver a sonreír con sinceridad.
La marea sube y me quiere turbar, pero tú mandas los vientos a calmar. Yo sigo esperando y confiando porque en tú tiempo todo es perfecto. No retrocedo, voy avanzando, sigo afianzado en tus promesas, porque eres fiel, no das la espalda y nunca me abandonas.
Soy de tu gracia un testimonio vivo, de tu amor un recipiente. Soy un instrumento cuyas piezas tú afinas. En medio de esta noche arde en mí alma una llama flamante, pues me hace tan feliz corresponderte y amarte.
Yo solo espero tu llegada, Ando embelezado y enamorado esperando a que la trompeta suene. ¡Cuán dulce y emocionante será verte cara a cara! Estar por siempre a tu lado y de tu mano nunca soltarme.
Este amor que es solo por ti y para ti conforta mi vida, me infunde esperanzas.
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