Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente, ¿Crees esto? Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios.
(Juan 11:25-27)
Marta y María, junto a Lázaro su hermano, amaban a Jesús. A menudo ellas lo recibieron en su casa con sus discípulos, escucharon sus palabras y creyeron que él era el Cristo. Un día Lázaro cayó enfermo, y las dos hermanas enviaron la noticia a Jesús. Pero el Señor no llegó antes de que su amigo muriese. ¡Qué dolor, qué desconcierto para esas dos hermanas! Ellas sabían que Jesús hubiese podido curar a su hermano. ¿Por qué no lo había hecho?.
En este pasaje escuchamos sus quejas y vemos sus lágrimas. Jesús también lloró. ¿Por qué, pues, no vino antes? Porque quería revelarse en su victoria sobre la muerte.
Marta sabiendo que Jesús se acercaba, tan viva y rápida a pesar del dolor, fue a su encuentro: "Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto". No dudó en expresar claramente a Jesús lo que pensaba, con una confianza y una fe sin reservas.
Jesús le respondió con una promesa cuya amplitud era mayor que su esperanza: "Tu hermano resucitará". Marta estaba desconcertada: "Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero". Entonces Jesús le hizo esta impresionante revelación: "Yo soy la resurrección y la vida......¿Crees esto? ". Le dio el sentido del milagro que iba a hacer. Resucitando na Lázaro no solo cambiaría la tristeza en gozo (Salmo 30:11), sino que se revelaría en su gloria de Hijo de Dios, como aquel que puede vencer a la muerte y hacer triunfar la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario