Nelson Mandela, el famoso líder sudafricano, conocía el poder de las palabras. En la actualidad, sus frases suelen citarse, pero, cuando estaba preso, no podían repetirse por temor a las repercusiones. Diez años después de ser liberado, declaró: "Nunca acostumbro a usar palabras con ligereza. Si 27 años de encarcelamiento me han favorecido en algo, fue aprovechar el silencio de la soledad para entender cuán preciosas son las palabras y el impacto que produce nuestro vocabulario en la manera de vivir y de morir de las personas".
El rey Salomón, autor de la mayor parte de los Proverbios, del Antiguo Testamento, escribió varías veces sobre el poder de las palabras: "La muerte y la vida están en el poder de la lengua (Proverbios 18:21). Las palabras tienen el potencial de producir consecuencias positivas y negativas. (Proverbios 18:20): dar vida mediante el ánimo y la sinceridad o aplastar y matar con mentiras y murmuración. ¿Cómo podemos estar seguros de expresar palabras buenas que tengan resultados beneficiosos? La única manera es cuidar diligentemente nuestro corazón: "Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida".
Jesús puede transformar nuestro corazón para que nuestras palabras sean lo mejor en cada situación: sinceras, suaves, apropiadas y útiles.
Señor, guía hoy mis palabras.
Nuestras palabras tienen poder para edificar o derribar.
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